- Identificar sus derechos
- Desarrollar el sentimiento de empatía hacia sus iguales
- Favorecer actitudes de respeto, ayuda y solidaridad hacia otros
- Ampliar su vocabulario
Con estos objetivos llevamos a cabo una jornada lúdica, dinámica y motivadora.
Por la mañana nos reunimos en la sala de audiovisuales dónde, tras visualizar un vídeo, hicimos participes de la explicación del mismo a los alumnos, entablando un dialogo compartido en el que nos dieron muy buenas aclaraciones:
“Da igual el color de nuestra piel porque todos tenemos que ser amigos y jugar juntos”, reflexionó una de nuestras alumnas que, por supuesto, recibió un merecido aplauso.
Otros aportaron su visión: "Esa no niña no tiene cara y por eso no la quieren", los niños/as tienen derechos sea cual sea su identidad, nombre, nación, idioma, familia...
"Ese niño está trabajando y no se divierte porque no va al cole con los otros niños", los niños/as no han de ser explotados como trabajadores.
Tras la comida y el tiempo necesario para los juegos y la higiene personal, volvimos a reunirnos, esta vez en el aula de tres años. Allí tuvo lugar un divertido cuenta cuentos con el que esperamos haber fomentado en nuestros niños/as algunos de los valores que todo ser humano debería tener.
El niño Que tenía Dos Ojos
Entre anoche y esta mañana, existió un planeta que era muy parecido a la Tierra. Sus habitantes solo se diferenciaban de los terrestres en que no tenían más que un ojo. Claro que era un ojo maravilloso con el que se podía ver en la oscuridad, y a muchísimos kilómetros de distancia, y a través de las paredes...
Con aquel ojo se podían ver los astros como a través de un telescopio y a los microbios como a través de un microscopio...
Sin embargo, en aquel planeta las Mamás tenían los niños igual que las Mamás de la Tierra tienen los suyos.
Un día nació un niño con un defecto físico muy extraño: tenía dos ojos. Sus padres se pusieron muy tristes. No tardaron mucho en consolarse; al fin y al cabo era un niño muy alegre...y, además, les parecía guapo... Estaban cada día más contentos con él. Le cuidaban muchísimo.
Le llevaron a muchos médicos...pero su caso era incurable. Los médicos no sabía que hacer.
El niño fue creciendo y sus problemas eran cada día mayores: necesitaba luz por las noches para no tropezar en la oscuridad.
Poco a poco el niño que tenía dos ojos se iba retrasando en sus estudios; sus profesores le dedicaban una atención cada vez más especial... Necesitaba ayuda constantemente.
Aquel niño pensaba ya que no iba a servir para nada cuando fuera mayor...
Hasta que un día descubrió que él veía algo que los demás no podían ver...
En seguida fue a contarles a sus padres cómo veía él las cosas... Sus padres se quedaron maravillados... En la escuela sus historias encantaban a sus compañeros. Todos querían oír lo que decía sobre los colores de las cosas.
Era emocionante escuchar al chico de los dos ojos. Y al cabo del tiempo era ya tan famoso que a nadie le importaba su defecto físico. Incluso llegó a no importarle a él mismo. Porque, aunque había muchas cosas que no podía hacer, no era, ni mucho menos, una persona inútil.
Llegó a ser uno de los habitantes más admirados de todo su planeta. Y cuando nació su primer hijo, todo el mundo reconoció que era muy guapo. Además, era como los demás niños: tenía un solo ojo.
Esta es la historia de Charly y Norah y... mejor os cuento. Era una mañana como otra cualquiera, amaneció, el gallo cantó y el despertador sonó.
Norah estaba desayunando en la cocina unta que te unta mantequilla y mermelada en la tostada y de vez en cuando un traguito de chocolate.
Se limpió los dientes como siempre y con la mochila a la espalda se dirigió a la para da de la ruta del cole.
Peroooo... aquella mañana la ruta tardaba y tardaba.
Del portal de enfrente salió Charly, iba sentado en su silla motorizada camino del cole, al pasar junto a Norah la invito a subir:
- Veras en esta silla está autorizado que suban personas no discapacitadas.
Así que Norah miro a un lado al otro y se decidió de un salto montó a la silla no. Aquello molaba mucho más que el autobús del cole, el aire le daba en la cara podían saludar a todas las personas que se encontraban en su camino y podían atajar para llegar antes al cole.
Desde ese día Norah y Charly llegaban siempre juntos al colegio en la silla motorizada.
Hasta que una mañana Norah estaba esperando y esperando hasta que ya no pudo más y se presentó en casa de Charly. El estaba en la cama tumbado.
- Venga Charly que se nos hace tarde.
- No puede ser Norah, la silla se ha estropeado y tardarán muchos días en arreglar, así que sin ella no podre ir al cole.
Norah ni lo dudo un momento bajo a la calle y comenzó a parar a sus compañeros de clase.
- ¿Tienes un martillo?, ¿y un destornillador?, ¿y un inflador para ruedas?.
Chicos, ¿me ayudáis a arreglar la silla de Charly?
Aquella misma tarde la silla motorizada de Charly estaba arreglada, es más era mucho más bonita que la anterior, llena de colores, con la cara de spiderman uniendo los ejes de las ruedas que se asemejaban a una tela de araña, un cojín bien mullidito de plumas y hasta un posa vasos para tomar un refresco.
Además le habían colocado un cartel que decía "Ruta number One".
A partir de ese día los niños salían con patines de casa y al paso de Charly gritaban: Ruta number One. ¡Ey ruta number One! Ruta number oneeeeeeeee. Charly paraba e iba recogiéndoles a su paso.
Y así, desde entonces, los niños se van enganchando unos a otros hasta formar un largo tren con la locomotora de la silla de Charly dirigiendo el camino al cole.
Los niños y niñas tiene derechos, sin ser discriminados sea cual sea su condición.
Cuento adaptado por Mª José López
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